La velocidad de crecimiento en el semillero se ha multiplicado, la temperatura en su interior es como la del verano y la humedad de los riegos a diario hacen que el crecimiento de tomates y pimientos se acelere.
Pero el semillero es un lugar intermedio, la gran densidad de plantas y las condiciones hacen que llegue un momento en el cual los tomates ya no crecen. Necesitan su espacio, la corrientes de aire y el sol directo para seguir creciendo.
Es el momento de pasarlos al huerto, a su lugar definitivo, distanciados entre matas unos 40cm en dos filas para colocar los tutores a modo de barraca. Con la tierra preparada y con el sistema de goteo instalado, ya hace tiempo que el bancal espera su llegada, el acolchado mantendrá más tiempo la humedad en una zona a pleno sol que tanto gusta a las tomateras.
El atardecer es el mejor momento para el trasplante, el cambio de lugar y tierra hace que las plantas se mustien y tarden unas horas en acoplarse a su nuevo lugar, no están acostumbradas al sol directo y sus hojas pueden quemarse. Por ello es al atardecer cuando ya no calienta el sol el mejor momento, una vez transplantadas hay que regarla para que la tierra se compacte y las raíces se integren en el nuevo lugar. Por la mañana ya están erguidas y han superado el estres del cambio.
Ahora habrá que esperar unos días para saber si han arraigado bien y comprobar que ningún gusano tipo barreneta se coma sus tallos tiernos.
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